Respiro, y el viento me parece confuso,
las tardes otoñales
aún no me dejan ver tu rostro a través de la niebla;
sin embargo,
tus ojos me abren el camino,
y me dicen,
con certera convicción de que éste
es correcto.
Son intensos los momentos
en los que sueles mirar el cielo,
los momentos en los que
sueles dibujar una sonrisa en la arena y
me dices que lo único sincero
es aquello que nunca acaba,
que lo perenne son los sentimientos,
que no existen maneras de vivir,
sino de sentir.
La mirada ardiente de tu rostro,
me permite creer nuevamente,
en los sueños que pintaste sobre mi cabeza
mientras sentados,
observando al destino desde el suelo,
reíamos en el pasillo…