cada vez que una gota se nos posa en el rostro, y
de manera inesperada,
alimentamos esperanzas dentro de baúles
que ya de viejos, no pueden abrir los brazos.
Y sucede que las noches suelen ser complices,
de aquellos sapos que nos llevan sobre sus hombros
por entre la oscuridad, a ciegas,
confiando en su instinto y
esquivando vagos recuerdos,
esquivando al azar, que ensaya caprichosamente,
nuestros destinos.
A medida que avanzamos
descubirmos pasillos etéreos
llenos de sensaciones que invaden,
cada metro que pisamos y observamos;
y las consecuencias somos nosotros
unidos en un beso que derrota al tiempo,
que sonroja al futuro, y
que de manera relativa,
alimenta de color, nuestro presente...