Los martillos retumbaban en los eternos pasillos del almacén, mientras los hornos asaban y cosían las almas de los que eligieron el infierno como su hogar. Los brazos con el tiempo habían perdido su color a carne, ese rosado que injuriosamente se hubo lejos en cada martilleo sobre el metal. En su lugar, una hosca mancha negra cubría las infinitas partes de los que dentro del almacén, se perdían como sombras en las paredes.
Las manos cerradas y aferradas como puños a los cinceles y martillos, aparentaban terminaciones naturales de los cuerpos; nada era igual o parecido a cualquier cosa que haya sido en el pasado. No se supo mas de sensaciones humanas, los sentimientos se iban en cada bocanada de aliento que sobre los hornos, las sombras confundían con alguna chispa de vida; los lamentos eran susurrantes canciones, que sutilmente, destruían las barreras del ruido y martilleo, eran canciones que a menudo le recordaban a las sombras sobre los hornos, que también fueron algo antes.
9 comentarios:
Vaya, algo siniestro, pero qué fue lo qué te llevó a escribirlo?
QUÉ MIEDOOO!!!!!! INCINERACIÓN SENTIMENTAL, CORPORAL,ESPITUAL... UN CAOS EN LA BOCA...
EL ANTERIOR COMENTARIO ES MIO!!! YOOOOO PS!!!!!
extrañaba leerte
No entiendo... quizá mi entendimiento no de para tanto ._.
escultura de un cadaver bailarin
Yo tambien quiero hornearme...
Oye Hernán Darío, como escrito está bueno, pero me uno al comentario de Juanca: ¿qué te llevó a escribirlo? ¡No hay ningún problema! Tenemos que cuidarnos en la vida real de no ir a ese lugar ¡que sí existe!
Gracias por tu visita al manantial.
Saludos.
Que miedo... pero a veces pienso que el infierno es como uno mismo lo imagina.. por ejemplo, yo imagino al infierno como estar en un ataúd sin poder salir y con escasisimo oxigeno...
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